Desde que en Escuelas de Calor
supimos del adelanto electoral y que se votaría en pleno mes de julio supimos
que se iba a producir una crisis (mucha gente iba a saber del calor que
hace en los colegios e institutos) y que, como tal, era una oportunidad
para poner de manifiesto que siguen sin hacer los deberes y los centros
educativos siguen siendo espacios de estrés térmico. Y así lo hicimos en la
jornada electoral repartiendo abanicos amarillos, denunciando la situación en
los medios de comunicación y llamando a votar con nuestra camiseta o de
amarillo para dejar rastro en redes sociales.
Antes del 23J asistimos al
vergonzoso espectáculo de ver cómo se inspeccionaban los colegios electorales
para comprobar si tenían o no sistemas de climatización y acondicionar aquellos
que carecían de ellos. Y hemos comprobado cómo, de la noche a la mañana, se
pueden solventar todos los obstáculos de procedimiento administrativo y
presupuestario para llevar pingüinos y ventiladores a las aulas. Eso
significa que se puede actuar y que saben que es necesario actuar.
Lo importante era que los
miembros de las mesas electorales, interventores/apoderadas de los partidos
políticos y la ciudadanía que fuese a votar no viera el calor insufrible que
hace en las aulas. Si luego eso les pasa a nuestros escolares y a sus docentes
durante 6 meses al año no importa. Y no se les cae la cara de vergüenza.
Conviene no olvidar que los
centros educativos que cuentan con aire acondicionado en sus aulas han sido
dotados de ellos por las familias y las AMPA haciendo un enorme esfuerzo y con
sus propios recursos. Y cuestionable esfuerzo, por otra parte, por múltiples
razones: porque supone modificar infraestructuras públicas (se asume una enorme
responsabilidad), porque es una suerte de copago (ya pagamos impuestos para
tener servicios públicos de calidad también en lo material), porque genera
desigualdad ya que en algunos centros es imposible, porque es un problema
colectivo que no debe solucionarse de manera individual y porque se le hace el
juego a quienes nos gobiernan. Pero lo cierto es que los padres y madres
hacemos cualquier cosa por nuestros/as hijos/as y pensamos sólo en su
bienestar, sin mirar más allá a veces.
Pero desde 2017 que empezamos
esta batalla por la mejora de las condiciones de temperaturas en los centros
educativos -no por los aires acondicionados-, en Escuelas de Calor tuvimos
claro que esa paz social debía terminar si queríamos condiciones dignas para
nuestros hijos/as. No es justo, es una vulneración de derechos para ellos y
para sus docentes (salud laboral).
Impulsamos una ley de
bioclimatización que lleva 3 años en vigor y que no parece que haya voluntad
política de aplicar. ¿Y en qué se nota? En algo tan evidente como que no se la
ha dotado hasta ahora de presupuesto, ni se ha hecho su desarrollo
reglamentario, ni se han cumplido los plazos que marca para aplicar sus medidas.
Cuando se aprobó, tras mucha
movilización social (3 años de incansable lucha en las calles), teníamos claro
que no sería una victoria completa hasta que esta ley se aplicara y se notara
en los colegios e institutos. Hasta ahora no ha sido así, aunque ya todo el
mundo tenga claro -incluso quienes estuvieron el domingo 23J en mesas
electorales- que esto es un problema por resolver, y haya servido para llevar a
cabo parches varios (planes de choque, planes de climatización o arrimar fondos
Next Generation a obras de fotovoltaica y refrigeración adiabática) en un
mínimo porcentaje de centros.
¿Qué toca ahora? Seguir luchando
por la aplicación efectiva de la Ley de Bioclimatización. ¿Te animas?
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