domingo, 16 de agosto de 2020

FLEXIBILIDAD EDUCATIVA, LUCES Y SOMBRAS

 

Toda crisis encierra una oportunidad. Y la pandemia de la COVID-19 no iba a ser diferente. Lo que hay que desentrañar es para qué o para quién.

Para quien no lo sepa, desde hace algún tiempo empezó a circular un vídeo de una mamá de la Comunidad de Madrid que explicaba una posible solución a la bajada de ratio, medida a todas luces necesaria para poder mantener distancia social en las aulas. Su propuesta era que las familias que se lo puedan permitir (por nivel educativo, posibilidades y recursos), asuman voluntariamente la educación académica de sus hijos e hijas en casa mientras que sus compañeros/as sin estos medios van a clase. De esta manera, les protegerían y bajaría la ratio. Afirman hacerlo por solidaridad ya que la administración educativa no ofrece soluciones y por proteger la salud de todos/as. Esa es una posible lectura, pero también es una manera individualista -tan propia de esta sociedad en que vivimos- de resolver problemas que son colectivos y a los que deben darse soluciones desde los poderes públicos para todos/as.

Esto ha dado lugar a una plataforma o movimiento de familias, Propuesta de Flexibilidad Educativa, que hace unos días nos interpeló en redes para que nos uniéramos. Nuestra respuesta fue rotunda, NO. Y lo queremos explicar porque hay muchas razones de peso que es probable que muchas de las familias que están en la plataforma no hayan vislumbrado, suele pasar cuando una se deja llevar por lo pragmático y el cortoplacismo.

Vaya por delante que no pretendemos con esta entrada distanciarnos de las familias que tienen miedo al contagio y preocupación por la salud de sus hijos e hijas. Escuelas de Calor es una plataforma de familias, padres y madres, muchas asociadas en AMPA, y empatizamos con ese sentimiento porque es también el nuestro y es el que nos ha llevado a movilizarnos para pedir soluciones a la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, que es quien tiene la competencia y la obligación de ponerlas sobre la mesa.

Pero este sentimiento y apelar a la libertad no justifican, en nuestra opinión, que cada una se las apañe como pueda porque lo que está en juego son dos derechos fundamentales -educación y salud- que debemos defender para nuestros hijos e hijas, pero también para los y las de los demás, sin ánimo de ser “salvapatrias”, sino por compromiso social. No hacerlo puede tener consecuencias muy graves, ya no en lo educativo, que por supuesto, sino también en la salud y la vida que se pone en riesgo.

En primer lugar, esta solución genera una enorme desigualdad y contribuye a evidenciar la brecha social, y eso para una plataforma como la nuestra que siempre se mueve llevada del “todo para todas” es una contradicción. Todos los niños y niñas, tengan sus padres el nivel económico, educativo y social que tengan, tienen derecho a una educación pública y de calidad, presencial incluso en tiempos de pandemia -salvo casos de alumnado con inmunidad deprimida o problemas de salud específicos-, porque ya hemos visto que el proceso de enseñanza-aprendizaje en plenitud (con las variables de socialización, relación entre iguales, psicoafectividad, diversidad, etc.) sólo se da en las escuelas, conviviendo en el grupo clase, incluso con las dificultades y aspectos mejorables que como toda institución o agente social posee. Es esta educación presencial la que compensa desigualdades de partida y enriquece per se. Y debemos exigir a las administraciones educativas del Estado y de las CC.AA. que generen las condiciones para que pueda llevarse a cabo. Han tenido meses en los que pudieron trabajar en esta dirección. 

En segundo lugar, ¿dónde queda la valoración de la labor docente si padres y madres, tengan el perfil y la formación que tengan, lo pueden suplir? Con esta solicitud de familias queriendo ejercer de docentes se infravalora su figura. Son profesionales que merecen un respeto y cuya labor requiere de conocimientos, habilidades y competencias técnicas específicas no al alcance de cualquier suplente -dicho desde el respeto-, como las tiene cualquier otro profesional.

Por otra parte, aventurar que cierto tipo de familias con apoyo online pueden suplir la educación en la escuela es un arma de doble filo, y más en tiempos donde las políticas educativas públicas llevan años recortando líneas, plazas, docentes, privatizando servicios socioeducativos… desmantelando en definitiva un servicio público esencial. Y ello a la vez que se sostiene y apoya el negocio de empresas y entidades dedicadas a la educación vía conciertos y adjudicaciones de contratos públicos (aulas matinales, comedores…).

¿Qué pasa si hay empresas que ven nicho de mercado y empiezan a ofrecer plataformas online? ¿Qué pasa si estos gestores de lo público echan números y ven que es más barato eso que pagar docentes para según qué cosas? Es una propuesta arriesgada y peligrosa a futuro por bienintencionada que esté y temporal que sea debido a la pandemia.

La educación online durante el confinamiento en el último trimestre ha demostrado que el maestro, la profesora, son insustituibles y tener que convertir las casas en aulas supuso un gran estrés para familias -sobre todo madres-  que no estaban seguras del apoyo que estaban dando, a las que costaba compaginar teletrabajo, cuidados y tutorizar el estudio de sus pequeños/as.

El miedo y la preocupación por el riesgo que para la salud entraña volver a las aulas sin que las Administraciones educativas hayan hecho sus deberes, debería servirnos para exigir mejoras para la Educación Pública, la de todos y para todas, y no para echarnos piedras a nuestro tejado haciéndole el juego al Ministerio y la Consejería de turno con soluciones desiguales de pan para hoy y hambre para mañana. Si ahora no se pone en la Educación Pública la inversión que es necesaria, ¿cuándo? No hacerlo no es sino la enésima prueba de que la educación no es algo importante para este país. Obras son amores…

Es momento de pensar en colectivo, de sororidad, de unir fuerzas alrededor de unas reivindicaciones coincidentes en todo el mapa y en todos los sectores de la comunidad educativa. La defensa de la Pública pasa por crear comunidad, la que se genera en cada aula, en cada centro educativo. Vamos todas en el mismo barco y no debe haber camarotes de primera y segunda clase. ¿Dónde quedó el martilleo de los anuncios de televisión “De esta salimos juntos/as”?

Ningún niño o niña debe verse en peligro porque su padre y/o madre no pueda conciliar. Este movimiento de Flexibilidad educativa, en el fondo, hace crecer la brecha social y no hace ningún favor a estas familias que están obligadas a usar la escuela como herramienta para compaginar vida familiar y laboral. La conciliación sigue siendo una asignatura pendiente de este sistema socioeconómico que antepone la producción y el trabajo a la vida y los cuidados. Las empresas tienen una responsabilidad en la conciliación que nunca han afrontado ni les han exigido afrontar. Nunca debió resolverse sólo por la vía fácil, la escuela. Igual que la vuelta a las aulas no debe resolverse por la vía fácil: volvamos con gel y mascarilla y que dios reparta suerte, que la vamos a necesitar.

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