Toda crisis encierra una
oportunidad. Y la pandemia de la COVID-19 no iba a ser diferente. Lo que hay
que desentrañar es para qué o para quién.
Para quien no lo sepa, desde hace
algún tiempo empezó a circular un vídeo de una mamá de la Comunidad de Madrid
que explicaba una posible solución a la bajada de ratio, medida a todas luces necesaria
para poder mantener distancia social en las aulas. Su propuesta era que las
familias que se lo puedan permitir (por nivel educativo, posibilidades y
recursos), asuman voluntariamente la educación académica de sus hijos e hijas
en casa mientras que sus compañeros/as sin estos medios van a clase. De esta
manera, les protegerían y bajaría la ratio. Afirman hacerlo por solidaridad ya que
la administración educativa no ofrece soluciones y por proteger la salud de
todos/as. Esa es una posible lectura, pero también es una manera individualista
-tan propia de esta sociedad en que vivimos- de resolver problemas que son
colectivos y a los que deben darse soluciones desde los poderes públicos para
todos/as.
Esto ha dado lugar a una
plataforma o movimiento de familias, Propuesta de Flexibilidad Educativa, que
hace unos días nos interpeló en redes para que nos uniéramos. Nuestra respuesta
fue rotunda, NO. Y lo queremos explicar porque hay muchas razones de peso que
es probable que muchas de las familias que están en la plataforma no hayan
vislumbrado, suele pasar cuando una se deja llevar por lo pragmático y el
cortoplacismo.
Vaya por delante que no pretendemos
con esta entrada distanciarnos de las familias que tienen miedo al contagio y preocupación
por la salud de sus hijos e hijas. Escuelas de Calor es una plataforma de
familias, padres y madres, muchas asociadas en AMPA, y empatizamos con ese
sentimiento porque es también el nuestro y es el que nos ha llevado a
movilizarnos para pedir soluciones a la Consejería de Educación de la Junta de
Andalucía, que es quien tiene la competencia y la obligación de ponerlas sobre
la mesa.
Pero este sentimiento y apelar a la libertad no justifican,
en nuestra opinión, que cada una se las apañe como pueda porque lo que está en
juego son dos derechos fundamentales -educación y salud- que debemos defender
para nuestros hijos e hijas, pero también para los y las de los demás, sin
ánimo de ser “salvapatrias”, sino por compromiso social. No hacerlo puede tener
consecuencias muy graves, ya no en lo educativo, que por supuesto, sino también
en la salud y la vida que se pone en riesgo.
En primer lugar, esta solución
genera una enorme desigualdad y contribuye a evidenciar la brecha social, y eso
para una plataforma como la nuestra que siempre se mueve llevada del “todo para
todas” es una contradicción. Todos los niños y niñas, tengan sus padres el
nivel económico, educativo y social que tengan, tienen derecho a una educación
pública y de calidad, presencial incluso en tiempos de pandemia -salvo casos de alumnado con inmunidad deprimida o problemas de salud específicos-, porque ya
hemos visto que el proceso de enseñanza-aprendizaje en plenitud (con las
variables de socialización, relación entre iguales, psicoafectividad,
diversidad, etc.) sólo se da en las escuelas, conviviendo en el grupo clase,
incluso con las dificultades y aspectos mejorables que como toda institución o
agente social posee. Es esta educación presencial la que compensa desigualdades
de partida y enriquece per se. Y debemos exigir a las administraciones
educativas del Estado y de las CC.AA. que generen las condiciones para que
pueda llevarse a cabo. Han tenido meses en los que pudieron trabajar en esta
dirección.
En segundo lugar, ¿dónde queda la
valoración de la labor docente si padres y madres, tengan el perfil y la
formación que tengan, lo pueden suplir? Con esta solicitud de familias
queriendo ejercer de docentes se infravalora su figura. Son profesionales que
merecen un respeto y cuya labor requiere de conocimientos, habilidades y
competencias técnicas específicas no al alcance de cualquier suplente -dicho desde el respeto-, como las tiene cualquier otro profesional.
Por otra parte, aventurar que
cierto tipo de familias con apoyo online pueden suplir la educación en la
escuela es un arma de doble filo, y más en tiempos donde las políticas educativas
públicas llevan años recortando líneas, plazas, docentes, privatizando
servicios socioeducativos… desmantelando en definitiva un servicio público
esencial. Y ello a la vez que se sostiene y apoya el negocio de empresas y
entidades dedicadas a la educación vía conciertos y adjudicaciones de contratos
públicos (aulas matinales, comedores…).
¿Qué pasa si hay empresas que ven
nicho de mercado y empiezan a ofrecer plataformas online? ¿Qué pasa si estos
gestores de lo público echan números y ven que es más barato eso que pagar
docentes para según qué cosas? Es una propuesta arriesgada y peligrosa a futuro
por bienintencionada que esté y temporal que sea debido a la pandemia.
La educación online durante el
confinamiento en el último trimestre ha demostrado que el maestro, la
profesora, son insustituibles y tener que convertir las casas en aulas supuso
un gran estrés para familias -sobre todo madres- que no estaban seguras del apoyo que estaban
dando, a las que costaba compaginar teletrabajo, cuidados y tutorizar el
estudio de sus pequeños/as.
El miedo y la preocupación por el
riesgo que para la salud entraña volver a las aulas sin que las
Administraciones educativas hayan hecho sus deberes, debería servirnos para
exigir mejoras para la Educación Pública, la de todos y para todas, y no para
echarnos piedras a nuestro tejado haciéndole el juego al Ministerio y la
Consejería de turno con soluciones desiguales de pan para hoy y hambre para
mañana. Si ahora no se pone en la Educación Pública la inversión que es
necesaria, ¿cuándo? No hacerlo no es sino la enésima prueba de que la educación
no es algo importante para este país. Obras son amores…
Es momento de pensar en
colectivo, de sororidad, de unir fuerzas alrededor de unas reivindicaciones
coincidentes en todo el mapa y en todos los sectores de la comunidad educativa.
La defensa de la Pública pasa por crear comunidad, la que se genera en cada
aula, en cada centro educativo. Vamos todas en el mismo barco y no debe haber camarotes de primera y segunda clase. ¿Dónde quedó el martilleo de los anuncios de
televisión “De esta salimos juntos/as”?
Ningún niño o niña debe verse en peligro porque su padre y/o madre no pueda conciliar. Este movimiento de Flexibilidad educativa, en el fondo, hace crecer la brecha social y no hace ningún favor a estas familias que están obligadas a usar la escuela como herramienta para compaginar vida familiar y laboral. La conciliación sigue siendo una asignatura pendiente de este sistema socioeconómico que antepone la producción y el trabajo a la vida y los cuidados. Las empresas tienen una responsabilidad en la conciliación que nunca han afrontado ni les han exigido afrontar. Nunca debió resolverse sólo por la vía fácil, la escuela. Igual que la vuelta a las aulas no debe resolverse por la vía fácil: volvamos con gel y mascarilla y que dios reparta suerte, que la vamos a necesitar.
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