Nos
parece tremendo lo que acaba de pasar. Acabamos de comprobar que la escuela es,
también para un gobierno que se autodefine como progresista, un elemento en el
engranaje del sistema productivo y económico de este país. Es una barbaridad,
además de muy decepcionante.
¿Qué
podemos esperar de la enésima reforma de la ley educativa en este país cuando
se parte de que la escuela tiene que servir para conciliar, para que padres y
madres deleguen los cuidados de la prole en ella mientras trabajan? ¿En serio que
la función social de la educación que más importa es la de tener a la infancia
recogida para que las personas adultas puedan trabajar? ¿Importa esto más que
su seguridad y estado emocional?
Estas
declaraciones del presidente del gobierno son el marco que necesitaba el señor
Imbroda, consejero de educación de la Junta de Andalucía, para dar el
pistoletazo de salida a la apertura de los centros educativos e ir preparando su
fracasado Plan de Refuerzo Estival, voluntario y que será atendido con personal
low cost. Todo muy neoliberal, ¡cómo no!
Para
poner la guinda de los despropósitos encadenados no podían faltar las
representantes de las familias, nada menos que la CEAPA -también tenida por progresista-
y la CONCAPA, mostrándose muy preocupadas por que los padres y madres no vayan
a poder conciliar si los centros educativos no están disponibles para aparcar
allí a la prole y volver al trabajo.
Pues
va a ser que no, va a ser que a muchas familias nos preocupa mucho más la seguridad
de nuestros hijos e hijas en los centros educativos (donde las medidas de higiene
y distanciamiento social son casi imposibles de garantizar) y su salud
emocional (muchas criaturas no están para pasar de estar dos meses encerrados contagiados
del miedo al virus a poner el despertador e ir al cole como si tal cosa). Sin medidas de seguridad es una temeridad acelerar la desescalada y correr el riesgo de que los contagios repunten.
Quizás
la mejor manera de conciliar no es adaptando la maternidad/paternidad al mundo laboral,
sino el mundo laboral a los cuidados y las funciones reproductivas. Es esta una
asignatura pendiente que tenemos como sociedad y que sigue sin estar resuelta.
La
educación no es un elemento del sistema económico, no es fábrica de mano de
obra (el alumnado), ni tampoco un recurso para que las clases trabajadoras (sus
progenitores/as) puedan seguir generando beneficios al sistema (por lo que
reciben, -¡faltaría más!- un sueldo, precario en muchos casos, por cierto). Si
quienes nos gobiernan y, por tanto, administran nuestros derechos con sus
políticas tienen este concepto, mal vamos. La educación es mucho más que eso y
cumple o debería cumplir funciones mucho
más importantes que la económica.
Algunas
deseamos que las escuelas sean un espacio de encuentro donde se genere
comunidad. Donde se aprendan valores para la convivencia, valores democráticos,
de respeto a la pluralidad y la diversidad, donde se sienten las bases para una
sociedad igualitaria y, por tanto, feminista.
Deseamos
que la escuela sea un espacio para que nuestros hijos e hijas sean felices y
puedan desarrollar todas sus potencialidades, donde no se les uniformice, donde
sus individuales maneras de ser sean tenidas en cuenta y respetadas. Donde la
creatividad y curiosidad innatas en la infancia sean aprovechadas para su
desarrollo integral como personas.
Deseamos
que la escuela sea un espacio de paz y libertad, donde se fomente el
pensamiento crítico constructivo que nos haga ciudadanos y ciudadanas de un
mañana cada vez mejor y más “civilizado”.
Deseamos
que la escuela no sea sólo un espacio donde memorizar conocimientos que puntúan
en una evaluación competitiva, sino un lugar donde se aprendan competencias que
sean útiles para la vida en sociedad y se despierte el gusto por la cultura y
el saber científico. La obsesión por el curriculum y la materia que hemos visto
durante el confinamiento parece indicar que la instrucción pesa demasiado en
detrimento de otros aprendizajes.
Deseamos
que la escuela sea un espacio para compensar las desigualdades de partida que
muchos niños y niñas presentan por razón de la clase social y económica de su
familia de origen, no para hacerlas estables en el tiempo, perpetuándolas y
reproduciendo el clasismo del sistema actual. La escuela debe ser también
inclusiva y poseer los recursos que den respuesta a las diferentes capacidades
y a las diferentes formas de aprender. Es la única manera de que la sociedad del
futuro que se gesta en la escuela sea inclusiva.
Deseamos
que la escuela sea un lugar donde los y las docentes puedan demostrar la pasión
que sienten por su importantísima labor, sin tanta burocracia que les ahoga, ni
instrucciones desde despachos que encorsetan la innovación pedagógica. Hay
grandes profesionales que no pueden hacer su trabajo como les gustaría por
falta de medios, por ratios imposibles, porque el sistema les rutiniza, porque
el curriculum les condiciona…
No nos hemos puesto románticas, es que todo
eso y más es la escuela. Lo que desde luego no es es un aparcamiento de niños y
niñas.
Esa concepción economicista del sistema educativo nos coloca a los pies
de los caballos, porque si no se le da la importancia que tiene nunca se pondrá
a su disposición la inversión que necesita. No nos maten la esperanza de tener
algún día la Educación que merecemos.
Totalmente de acuerdo
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. En un artículo he invitado a reflexionar en este sentido en relación con la misma reivindicación planteada - equivocadamente, en mi opinión- en nombre del feminismo.
ResponderEliminarhttp://csmartin.art.blog/2020/05/11/abrir-las-escuelas-para-que-y-para-quien/
Espero que os guste.