lunes, 30 de marzo de 2020

LA EDUCACIÓN PÚBLICA EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO POR COVID-19




Si la vida hubiese seguido el curso previsto, ahora estaríamos a días de ver nuestra Ley de Bioclimatización aprobada en el Pleno del Parlamento Andaluz y de celebrar una victoria de la calle, de un movimiento social de familias de la Educación Pública que movió pieza y puso a todo el mundo a trabajar. Unas personas remaron a favor y otras en contra, pero todas cogieron un remo. Se vieron obligadas a ello.

Pero no, no ha sido así. Algo microscópico, el virus COVID-19, nos ha cambiado la agenda a todas y nos ha confinado en casa. Algo muy pequeño, pero poderoso. Tanto, que está poniendo de manifiesto la mierda que había debajo de las alfombras y la ineptitud de quienes las pisan habitualmente. Nos vamos a centrar en el sistema educativo y en las alfombras de la Consejería de Educación (CEJA), que son las que, como movimiento de la Educación Pública que somos, centran nuestra atención.

En este tiempo hemos visto con más claridad que nunca que la Consejería (con Imbroda a la cabeza) vive en un universo paralelo y que, si el señor consejero no es capaz de gestionar la educación en situación de normalidad, aún lo es menos en situación tan extraordinaria como la que estamos atravesando. Su falta de respeto a la comunidad educativa sigue igual.

Sus instrucciones fueron tan ambiguas que dejó a las direcciones de los centros la patata caliente de decidir si el personal docente iba o no iba a los centros. De pronto, le pareció bien la autonomía de los centros. A renglón seguido dejó de miles de niños y niñas sin docentes, al dar de baja sorpresivamente, tras horas de trabajo, al personal interino que había sido llamado a cubrir las bajas (bajas que ha dejado sin cubrir). En una mañana los dio de alta y de baja. El alumnado, ya si eso…

La CEJA se ha empeñado en hacernos ver que el curso continúa como iba, pero en casa. En casa el personal docente trabajando (eso sí) y en casa el alumnado haciendo tareas (eso también, el que puede). Pero, ¿y el proceso de enseñanza-aprendizaje? Ese se ha interrumpido. Lo vea la CEJA o no lo quiera ver. Pero en cierto modo se ha parado, en seco, a pesar de los esfuerzos de los y las docentes.

¿Por qué? Porque en tiempos de confinamiento ese proceso no puede darse con precariedad de medios tecnológicos, ni se puede improvisar de viernes a lunes. Ahora hemos visto (insistimos, algunas lo sabíamos) que un centro TIC es más que una placa de metacrilato en la fachada de un colegio o instituto, más que una pizarra digital que sustituye a ratos la tiza. En realidad, las herramientas digitales no se han venido usando habitualmente (porque las infradotadas aulas TIC no lo permiten), no todo el profesorado las ha incorporado y, por supuesto, tampoco las familias estamos al tanto de ellas.

Pero se ha parado también por una triste cara de la realidad social y, por tanto, también educativa: no todas las casas de Andalucía tienen un ordenador disponible para cada hijo/a (alumno/a del sistema educativo), ni quizás tenga conexión a internet, ni impresora, ni una persona adulta que “haga las veces” (porque sustituirlo, nunca) de maestro/a. La brecha de clase se le olvida al señor Imbroda y revela su absoluto desconocimiento de lo que gestiona.

Hay docentes que no pueden conectar telemáticamente con su alumnado y enviarle un archivo adjunto o un vídeo, con suerte pueden hacerlo telefónicamente y dictar actividades. Igual que hay familias que no están ahora para revisar tareas escolares porque el problema en sus casas es el ERTE, el familiar enfermo o, en el peor de los casos, una economía sumergida (no elegida) que ahora no les da derecho ni a pedir desempleo. Llenar el frigorífico y ver cómo van a salir adelante sin ingresos es ahora su preocupación principal.

La CEJA y sus adláteres, esos que tienen en mente las aulas de la concertada a la que llevan a sus hijos e hijas, se olvidan de que no todo es “modelo MEDAC”, que la Educación Pública que tenemos es el resultado de la dejadez acumulada de políticas que han permitido que la desigualdad siga existiendo en las aulas andaluzas. Ni siquiera cuando aprovecharon fondos europeos para dar a cada niño o niña de 5º de Primaria un ordenador, se gestionó bien esa entrega, su uso y su mantenimiento. ¿Qué queda de aquella inversión? Nada.

Así y todo, por encima de las instrucciones penosas de la CEJA, el personal docente se está dejando la piel y sus recursos propios (sus móviles, su conexión a internet, sus datos, su tiempo extra…) en mantener la actividad con su alumnado, contra viento y marea, como está acostumbrado a hacer, por encima de la precariedad de medios materiales e intentando que, pese a todo, no se quede nadie atrás, adaptándose a los mimbres de cada familia. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento. No está de vacaciones como parece haber sugerido otro lumbreras, el señor Marín (vicepresidente del gobierno andaluz).

Afortunadamente, el número 2 del gobierno andaluz ha rectificado sus declaraciones a la Cadena SER que dejaban caer que se podría alargar el curso escolar. Otra genial idea producto de su supina ignorancia de la situación de las infraestructuras educativas andaluzas. Si ya en abril o mayo, las temperaturas de las aulas son insufribles, ¿alcanzan a imaginar qué puede marcar el termómetro en una clase en el mes de julio? Es lo que tiene gestionar desde despachos climatizados y pisando alfombras. Esas en donde siguen ocultando mierda, la que ya estaba de anteriores gestores y la que están añadiendo los nuevos.

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